Lo que pasa por mi mente

Por las blancas y empinadas escaleras, que dan bajando al mar azul, caminas. Un mar azul puro, azul claro, azul oscuro, y de todas las tonalidades de azul que junto con el blanco de la espuma, hacen que no pueda imaginar una forma más bonita para su composición. Y me quedo mirando el mar durante más tiempo, para no mirarte a ti en exceso.

Aunque es lo que deseo. Aferrarme a todo lo que me gusta de ti, y mirarte como miro al mar. Igual que miro al mar sin temer que por hacerlo vaya a mirarme él mal.

¡Vamos!

Me gritas desde el final de las escaleras. Y entonces bajo corriendo.

¿Por qué parece que solo me doy el permiso de amarte por un instante, aunque deseo quedarme en esta playa, parar el tiempo, besar tu espalda.

Mierda. Sí que están empinadas las escaleras.

¿Y si no pienso, y digo lo que siento, y te adoro? A riesgo de ser un cursi, y un hombre que replica actitudes que nacen de su apego ansioso, embadurnado de un mundo turbio en el que intento no zambullirme pero es imposible que te salpique.

Qué calor. Quiero meterme en el mar. En este mar cristalino.

¿Y si dejo las fantasías, y dejo de soñar despierto? Y te beso. A riesgo de que no te guste y me veas con otros ojos. A riesgo de que la verdad nos quite cualquier protección que quede, nos deje paso libre, y el viento no sea de nuestro agrado.

Esta brisa me encanta. Me da la vida.

¿Y si soy más egoista? Con la inevitable consecuencia de complacer a menos gente, y de ser repudiado por algunos, pero amado de forma más autentica por unos pocos.

¿Y si te escribo un mensaje y te digo que te pienso y me muero por estrujarte, comerte a besos, olerte, y sentir como nos pasamos mutuamente una corriente por la piel.

Y decirte lo que quiero, lo que de verdad quiero, sin ninguna intención más que la de que sepas lo que pasa por mi mente.

¡Hey!